El concepto de “desdolarización“ —la reducción de la dependencia global del dólar estadounidense como moneda de reserva, de comercio y de inversión— ha sido un tema recurrente en los círculos financieros durante años, pero en 2025 parece estar cobrando una tracción y una seriedad sin precedentes. Si bien el dólar sigue siendo la moneda dominante, una serie de factores geopolíticos y económicos están impulsando a varias naciones a buscar alternativas activamente, generando un debate intenso sobre el futuro del sistema monetario global.
Uno de los principales catalizadores de este movimiento es la fragmentación geopolítica y la creciente polarización mundial. Países como Rusia, China y varias naciones del BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica) han expresado su deseo de reducir su vulnerabilidad a las sanciones estadounidenses y a la influencia de la política monetaria de la Reserva Federal. Esto se ha traducido en un aumento en el comercio bilateral utilizando monedas locales, así como en un interés creciente en mecanismos de pago alternativos que eviten el sistema SWIFT, dominado por Occidente. Por ejemplo, se observan más acuerdos energéticos denominados en yuanes o rupias, y un mayor uso de acuerdos de swap de divisas entre bancos centrales no occidentales.
Además de las motivaciones políticas, las dinámicas económicas globales también juegan un papel. La inflación persistente en Estados Unidos y el uso del dólar como arma económica han llevado a algunos países a diversificar sus reservas de divisas, aumentando la tenencia de oro y otras monedas. Los Bancos Centrales de varias economías emergentes han estado acumulando oro a un ritmo récord en los últimos años, buscando una cobertura contra la volatilidad del dólar y como un activo de reserva que no está sujeto a la jurisdicción de ningún estado individual.
Sin embargo, el camino hacia una desdolarización significativa es tortuoso y lleno de obstáculos. La profundidad y liquidez de los mercados financieros estadounidenses, la confianza global en el estado de derecho de EE. UU. y la ausencia de una alternativa viable y verdaderamente global siguen siendo barreras formidables. El yuan chino, aunque está en ascenso, todavía carece de la convertibilidad total y de la infraestructura institucional necesaria para competir seriamente con el dólar a escala global. No obstante, el 2025 se perfila como un año clave en el que las conversaciones sobre la desdolarización se están traduciendo en acciones más concretas, y el lento pero constante goteo de comercio y reservas fuera de la órbita del dólar es un fenómeno que los inversores y los responsables políticos deben seguir muy de cerca.